
Tolima y Once Caldas disputarán el título. El miércoles jugarán en Ibagué (7:00 p.m.) y el próximo domingo en Manizales (5:30 p.m.).
Nada se le puede reprochar al Independiente Santa Fe. Anoche murió con las botas puestas y, fiel a su tradición, dejó en la cancha hasta la última gota de sudor.
Al equipo de Néstor Otero, que logró ilusionar a la hinchada albirroja e incluso la puso a soñar con una estrella después de 35 años, el fútbol no le alcanzó ante el Tolima, que finalizó primero en el torneo Todos contra Todos y que en la agonía le marcó el gol que convirtió la fiesta en un velorio.
Porque justo cuando el delantero Wílder Medina embocó la pelota en el ángulo superior del arco de Agustín Julio, El Campín quedó casi en silencio. Los 28 mil hinchas cardenales que desde muy temprano colmaron las graderías no podían creer que a dos minutos del final la clasificación se les fuera de las manos.
Al mismo tiempo, en el costado norte del escenario, los 500 fanáticos pijaos que permanecieron callados durante casi todo el partido iniciaban su celebración, que se hizo oficial cuando el árbitro Adrián Vélez decretó el final del compromiso.
La verdad es que tanto Tolima como Santa Fe merecieron ganar el grupo y llegar a la disputa por la estrella. Los dirigidos por Hernán Torres, porque demostraron gran regularidad durante todo el semestre e incluso supieron manejar la exigencia física que significó afrontar tres torneos de manera simultánea.
Los capitalinos, porque además de sortear dificultades económicas y administrativas, jugaron buen fútbol a pesar de sus evidentes limitaciones en la nómina, pues a lo largo de la campaña carecieron de definidores y mostraron falencias en la parte defensiva.
Partido de toma y dame
En la primera parte del compromiso Santa Fe impuso su estilo y manejó la pelota con Ómar Pérez como su eje. Tolima se replegó y arriesgó muy poco, consciente de que necesitaba fuerzas para rematar el partido.
En el complemento los pijaos atacaron más, pues la victoria era lo único que les servía. Y Santa Fe no se metió atrás, sino que siguió proponiendo adelante.
Por eso los arqueros Agustín Julio y Anthony Silva se convirtieron en figuras. El golero tolimense ahogó varias veces el grito de gol de Cristian Nazarit y contó con el palo como aliado en un cabezazo de Alejandro Bernal.
El cuidapalos albirrojo respondió con altura cuando Gustavo Bolívar, Jorge Perlaza y Wílder Medina intentaron superarlo.
Pero los visitantes aprovecharon las reservas físicas de la etapa inicial y metieron al Santa Fe contra sus palos gracias a la dinámica de Cristian Marrugo, el despliegue de Diego Chará y la movilidad de los delanteros.
El técnico Otero recompuso la figura táctica y refrescó la nómina, pero dejó en el campo a Daniel Torres, el León Cardenal, quien lesionado siguió corriendo y peleando a muerte cada balón.
Hasta que apareció Medina, con un amague dejó en el camino al defensa Jhonnier González, quien salió a apretarlo, y antes de que Juan Carlos Quintero o Andrés Felipe González lo cerraran, sacó un potente remate de pierna izquierda imposible para Agustín Julio.
Ese gol clasificó al Tolima para la Copa Libertadores de 2010, porque así no logre el título, terminará el año como primero de la reclasificación.
Una vuelta olímpica
Cuando acabó el juego los jugadores cardenales se derrumbaron en el gramado de El Campín y varios de ellos comenzaron a llorar, al igual que muchos hinchas en las tribunas. Una vez más, ésta de manera injusta, el destino aplazó el sueño de título.
Algunos aficionados, resignados, reconocieron con aplausos la decorosa campaña de su equipo, que jugará la Copa Sudamericana el año entrante y si Tolima gana los seis puntos de la final obtendrá cupo a la Libertadores, mientras Otero y los jugadores felicitaban con gallardía a sus verdugos, que físicamente quedaron disminuidos para al doble enfrentamiento ante el Caldas, que comenzará el miércoles en Ibagué, desde las 7:00 p.m..
“Dios es grande, esta alegría se la debemos a Él”, señaló emocionado el héroe pijao Wílder Medina. El técnico Torres, por su parte, admitió que “fue un partido muy duro, una verdadera final, ante un excelente equipo. La clave fue no haber dejado de creer, no haber perdido la fe. Teníamos que ganar o morir, pero había que hacerlo con inteligencia. Al final tuvimos la fortuna de marcar y de irnos felices a casa, para tratar de descansar, de recuperarnos y de comenzar a preparar el duelo ante el Caldas”.
Néstor Otero reconoció los méritos del Tolima para clasificar, pero destacó igualmente la actitud de sus muchachos, quienes lo dejaron todo en la cancha. “Estamos muy tristes, destrozados. Esta vez no alcanzó, pero tenemos que levantarnos y seguir hacia adelante. Lo sentimos por la hinchada, porque nos apoyó de una manera increíble, pero otra vez será”.
Aunque Santa Fe quedó eliminado, anoche ganó el fútbol, pues cardenales y pijaos jugaron un partidazo, un duelo que demuestra lo bueno y emocionante que es el torneo colombiano.
Wílder Medina, el héroe
La necesidad económica y la responsabilidad que tenía en su casa provocaron que a los 16 años Wílder Medina perteneciera a una pandilla de malos amigos que lo llevaron por el camino de la drogas.
El asesinato de sus amigos y la muerte de su padre, Manuel Esteban, lo hicieron reaccionar. Terminó en los caminos de Dios y se dedicó de lleno al fútbol. Acusado de dopaje por la Conmebol, pero aún no notificado, Medina fue el héroe de la clasificación del Tolima a la final.
Nada se le puede reprochar al Independiente Santa Fe. Anoche murió con las botas puestas y, fiel a su tradición, dejó en la cancha hasta la última gota de sudor.
Al equipo de Néstor Otero, que logró ilusionar a la hinchada albirroja e incluso la puso a soñar con una estrella después de 35 años, el fútbol no le alcanzó ante el Tolima, que finalizó primero en el torneo Todos contra Todos y que en la agonía le marcó el gol que convirtió la fiesta en un velorio.
Porque justo cuando el delantero Wílder Medina embocó la pelota en el ángulo superior del arco de Agustín Julio, El Campín quedó casi en silencio. Los 28 mil hinchas cardenales que desde muy temprano colmaron las graderías no podían creer que a dos minutos del final la clasificación se les fuera de las manos.
Al mismo tiempo, en el costado norte del escenario, los 500 fanáticos pijaos que permanecieron callados durante casi todo el partido iniciaban su celebración, que se hizo oficial cuando el árbitro Adrián Vélez decretó el final del compromiso.
La verdad es que tanto Tolima como Santa Fe merecieron ganar el grupo y llegar a la disputa por la estrella. Los dirigidos por Hernán Torres, porque demostraron gran regularidad durante todo el semestre e incluso supieron manejar la exigencia física que significó afrontar tres torneos de manera simultánea.
Los capitalinos, porque además de sortear dificultades económicas y administrativas, jugaron buen fútbol a pesar de sus evidentes limitaciones en la nómina, pues a lo largo de la campaña carecieron de definidores y mostraron falencias en la parte defensiva.
Partido de toma y dame
En la primera parte del compromiso Santa Fe impuso su estilo y manejó la pelota con Ómar Pérez como su eje. Tolima se replegó y arriesgó muy poco, consciente de que necesitaba fuerzas para rematar el partido.
En el complemento los pijaos atacaron más, pues la victoria era lo único que les servía. Y Santa Fe no se metió atrás, sino que siguió proponiendo adelante.
Por eso los arqueros Agustín Julio y Anthony Silva se convirtieron en figuras. El golero tolimense ahogó varias veces el grito de gol de Cristian Nazarit y contó con el palo como aliado en un cabezazo de Alejandro Bernal.
El cuidapalos albirrojo respondió con altura cuando Gustavo Bolívar, Jorge Perlaza y Wílder Medina intentaron superarlo.
Pero los visitantes aprovecharon las reservas físicas de la etapa inicial y metieron al Santa Fe contra sus palos gracias a la dinámica de Cristian Marrugo, el despliegue de Diego Chará y la movilidad de los delanteros.
El técnico Otero recompuso la figura táctica y refrescó la nómina, pero dejó en el campo a Daniel Torres, el León Cardenal, quien lesionado siguió corriendo y peleando a muerte cada balón.
Hasta que apareció Medina, con un amague dejó en el camino al defensa Jhonnier González, quien salió a apretarlo, y antes de que Juan Carlos Quintero o Andrés Felipe González lo cerraran, sacó un potente remate de pierna izquierda imposible para Agustín Julio.
Ese gol clasificó al Tolima para la Copa Libertadores de 2010, porque así no logre el título, terminará el año como primero de la reclasificación.
Una vuelta olímpica
Cuando acabó el juego los jugadores cardenales se derrumbaron en el gramado de El Campín y varios de ellos comenzaron a llorar, al igual que muchos hinchas en las tribunas. Una vez más, ésta de manera injusta, el destino aplazó el sueño de título.
Algunos aficionados, resignados, reconocieron con aplausos la decorosa campaña de su equipo, que jugará la Copa Sudamericana el año entrante y si Tolima gana los seis puntos de la final obtendrá cupo a la Libertadores, mientras Otero y los jugadores felicitaban con gallardía a sus verdugos, que físicamente quedaron disminuidos para al doble enfrentamiento ante el Caldas, que comenzará el miércoles en Ibagué, desde las 7:00 p.m..
“Dios es grande, esta alegría se la debemos a Él”, señaló emocionado el héroe pijao Wílder Medina. El técnico Torres, por su parte, admitió que “fue un partido muy duro, una verdadera final, ante un excelente equipo. La clave fue no haber dejado de creer, no haber perdido la fe. Teníamos que ganar o morir, pero había que hacerlo con inteligencia. Al final tuvimos la fortuna de marcar y de irnos felices a casa, para tratar de descansar, de recuperarnos y de comenzar a preparar el duelo ante el Caldas”.
Néstor Otero reconoció los méritos del Tolima para clasificar, pero destacó igualmente la actitud de sus muchachos, quienes lo dejaron todo en la cancha. “Estamos muy tristes, destrozados. Esta vez no alcanzó, pero tenemos que levantarnos y seguir hacia adelante. Lo sentimos por la hinchada, porque nos apoyó de una manera increíble, pero otra vez será”.
Aunque Santa Fe quedó eliminado, anoche ganó el fútbol, pues cardenales y pijaos jugaron un partidazo, un duelo que demuestra lo bueno y emocionante que es el torneo colombiano.
Wílder Medina, el héroe
La necesidad económica y la responsabilidad que tenía en su casa provocaron que a los 16 años Wílder Medina perteneciera a una pandilla de malos amigos que lo llevaron por el camino de la drogas.
El asesinato de sus amigos y la muerte de su padre, Manuel Esteban, lo hicieron reaccionar. Terminó en los caminos de Dios y se dedicó de lleno al fútbol. Acusado de dopaje por la Conmebol, pero aún no notificado, Medina fue el héroe de la clasificación del Tolima a la final.
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